En estos tiempos que tanto se habla de democracia, conviene la lectura de libros como el de Luciano Canfora “la democracia. Historia de una ideología” (Crítica, 2004). Esta obra contiene una lección magistral sobre la evolución histórica del concepto de democracia desde sus orígenes, en el periodo clásico, hasta la actualidad. De su extenso contenido me ha gustado de manera especial el capítulo titulado “hacia el sistema mixto”. ¿Y en que consiste este sistema?. Pues es en “un poco de democracia y mucho de oligarquía”. Una oligarquía, según Canfora, acentuada por la tendencia hacia un sistema mayoritario que ha modificado el principio representación en el que lejos del principio un hombre=un voto ha impuesto la falsa distinción entre votos “útiles” y votos “inútiles”. Esto es lo que sucede en nuestro país por lo que no debe de extrañar que una de las primeras reclamaciones del movimiento 15M haya sido precisamente reclamar una modificación de la ley electoral.
Los llamados partidos nacionales, PP y PSOE, han fomentado el actual sistema bipartidista transmitiendo la idea de que “la fragmentación” de las fuerzas políticas impide la gobernabilidad del país, en vez de considerar que se trata de un hecho natural que evidenciaría la amplia riqueza ideológica de la sociedad española. Si en este país tuviésemos un sistema proporcional, el arco parlamentario sería más amplio y equilibrado, obligando a la búsqueda del consenso entre intereses diversos. De igual modo, un sistema más proporcionado evitaría situaciones como la que se dan en las elecciones generales en Ceuta, donde al disputarse un solo representante en el Congreso de los Diputados puede ocurrir, como sucedió en la última contienda electoral, que casi la mitad de los electores que se decantaron por el PSOE vieran que sus votos resultaban completamente inútiles. De este modo, el principio democrático “un hombre, un voto” queda de nuevo subyugado por la imposición mayoritaria. ¿No sería más “democrático” que estos votos se sumaran a los “restos” obtenidos por el mismo partido en otros lugares de España y estos votos se tradujeran en escaños en el congreso?. Pero claro, esto no conviene ni siquiera a los dos grandes partidos por el temor que esto pudiera favorecer a algunos grupos políticos minoritarios como Izquierda Unida o UPyD, por poner algunos ejemplos.
No comparto los principios de la democracia representativa, ya que parto de la idea de que no necesito a nadie que me represente. Lo que quiero es poder ejercer el derecho a la palabra (isegoria) sin intermediarios y en el seno de una asamblea ciudadana basada en el principio de igualdad (isonomia). Sin embargo, sé que esto no es algo que podamos obtener de la noche a la mañana y que las revoluciones profundas requieren décadas y no años para su realización. Bueno, puedo que ahora, con la aceleración de la historia, los tiempos se reduzcan. Tampoco conviene atrincherarse en posturas maximalistas del tipo todo o nada. Mientras avanzamos en el camino de una democracia inclusiva tenemos que arrancar al sistema algunas concesiones que mejoren lo que tenemos. Pienso que lo inteligente cuando uno quiere construirse una casa es no tirar la antigua hasta que la nueva este habitable. Esta es la reflexión que quería compartir con vosotros esta tarde.
José Manuel Pérez Rivera
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