Resulta fascinante comprobar la clarividencia y lucidez con la que autores como Albert Camus diagnosticaron los problemas de Europa. En su conocida obra “El Hombre Rebelde” (1951), Camus comentaba que “el conflicto profundo de este siglo (refiriéndose claro está al pasado siglo XX) puede que no se establezca tanto entre las ideologías alemanas de la historia y la política cristiana, que de cierta manera son cómplices, cuanto entre los sueños alemanes y la tradición mediterránea”. Este conflicto había tomado cuerpo en varios enfrentamientos ideológicos, como el que tuvo lugar durante la Primera Internacional. Para Albert Camus este encuentro supuso la lucha del socialismo alemán “contra el pensamiento libertario de los franceses, los españoles y los italianos”, es decir, el enfrentamiento “entre la ideología alemana y el espíritu mediterráneo”.
Ambas ideologías tuvieron la triste oportunidad de enfrentarse cara a cara en las trincheras durante las guerras mundiales que asolaron el viejo continente en el siglo XX. Aunque el conflicto armado se resolvió a favor de los aliados, el pensamiento autoritario consiguió, no obstante, “merced a la destrucción de una élite de rebeldes”, sumergir “esta tradición libertaria”. Una victoria que Albert Camus consideraba provisional. Para este gigante del pensamiento, “Europa no ha existido nunca sino en esta lucha entre mediodía y medianoche. Sólo se ha degradado abandonando dicha lucha, eclipsando el día por la noche”.
El profundo sentimiento mediterráneo de Albert Camus le llevó a escribir unas bellas palabras sobre el compartido mare nostrum. Él sitúa la juventud del mundo en las costas mediterráneas. “Arrojados a la innoble Europa donde muere, privada de belleza y amistad, la más orgullosa de las razas, nosotros mediterráneos seguimos viviendo de la misma luz. En el corazón de la noche europea, el pensamiento solar, la civilización de doble faz, aguarda su aurora. Pero está alumbra ya los caminos de la verdadera soberanía”. Sin embargo, vemos como en estos años de profunda crisis multidimensional, la sombra de medianoche se proyecta sobre los países mediterráneos (España, Italia, Grecia, etc…). Un enorme eclipse impide la llegada de la luz al mediodía europeo. La noche se hace eterna en los países del sur. Y sin embargo, la lucha continúa. Tuvo que ser precisamente en la “Puerta del Sol” de Madrid donde llegó el primer rayo solar para demostrar que la tradición libertaria sigue viva. ¿Dónde sino podía despertar este sentimiento de lucha? ¿En que lugar podía verse de nuevo la luz de la esperanza en un mundo distinto, más justo y democrático?.
La lucha, en estos momentos económica, entre los países del norte y del sur de Europa, entre mediodía y medianoche, alcanza altas cotas de virulencia. Los alemanes siguen sin entender el secreto que, según Albert Camus, guarda el Mediterráneo: el amor a la vida. Vivimos en el lugar, “donde la inteligencia es hermana de la dura luz” (Camus dixit). Por su parte, Alemania y el resto de países norteños aportan unos valores no menos importantes: la constancia, el tesón, el autoexamen constante, etc…Tal y como comentaba con acierto Albert Camus, “no se trata de despreciar nada, ni de exaltar una civilización contra otra, sino de decir simplemente que existe un pensamiento del que el mundo actual no podrá prescindir ya por mucho tiempo”. Este pensamiento imprescindible es el que encarna los países ribereños de Europa, ahora amenazado por males ajenos y propios. Sí, señores. No todo es culpa de nuestros vecinos del norte. España, por poner un ejemplo, ha estado dominada durante década por la hibrys, -la desmesura-, en forma de despilfarro, corrupción, la pérdida del sentido del límite en todos los órdenes de la vida. Ahora nos toca el castigo a tanta desmesura. Ha llegado el momento de recuperar el equilibrio por la instauración del reino de Némesis, la diosa de la mesura, con el fin de devolver al individuo dentro de unos límites razonables. No obstante, conviene matizar que la locura colectiva que hemos sufrido en estos últimos años no ha afectado ni ha beneficiado a todos por igual. A este respecto, Albert Camus decía en su referida obra “El Hombre Rebelde” que en las situaciones de desmesura, “el hombre no es enteramente culpable, no comenzó la historia; ni totalmente inocente, puesto que la continua”.
Europeos del norte y europeos del sur nos necesitamos mutuamente. Somos el contrapeso que ambos requerimos para frenar nuestra tendencia a la desmesura, bien en el sentido de la excesiva rigidez, o bien de la irreflexiva volatilidad. Esta confrontación entre la mesura y la desmesura es la que, en palabras de Albert Camus, anima la historia de Occidente, desde el mundo antiguo. Los alemanes tienen mucho que aprender de españoles, griegos e italianos en cuanto al sentido de la naturaleza, el amor a la vida, el ansia de libertad, el apoyo mutuo, la descentralización burocrática, el sentido de la amistad, el disfrute de los placeres cotidianos, etc…; en sentido inverso, los países del sur tenemos que tomar de los centroeuropeos su constancia, prudencia en el gasto, laboriosidad, estricta moralidad pública y privada, seriedad en cuanto a los compromisos adquiridos, respeto a las normas y leyes, autocrítica, etc…De la combinación de ambos caracteres puede surgir un nuevo tipo de europeo, capaz de superar el viejo antagonismo entre dos visiones del mundo distintas, pero al mismo tiempo complementarias e indispensables para el futuro de nuestro continente. Si no lo intentamos estamos condenados a vivir en la más profunda y cerrada tiniebla.
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