José Manuel Pérez Rivera, miembro del 15M ceutí
Dicen que para conocer a una persona de verdad hay que observarla en un momento difícil. Esto mismo puede aplicarse a las organizaciones privadas o públicas. Entre estas últimas destacan por su importancia los estados. En el caso de nuestro país estamos inmersos en una tormenta financiera que tiene a la mayor de los españoles desconcertados e indignados. Muchos nos preguntamos cómo puede ser que la cuarta entidad bancaria de España se encontrara en quiebra técnica sin que la opinión pública y los propios accionistas tuvieran conocimiento del enorme boquete que se había creado en las cuentas de este conglomerado financiero. Ahora que se ha descubierto el pastel, el gobierno ha extendido un cheque en blanco para que el nuevo gestor de Bankia, el Sr. José Ignacio Goirigolzarri, tape el impresionante hueco aparecido en el balance contable. Con el cheque en la mano, el Sr. Goirigolzarri se reunió hace unos días con el consejo de administración de Bankia y entre todos decidieron poner en el cheque la bonita cifra de 23.500 millones de euros. Con el cheque en el bolsillo, el gestor de Bankia, sin cortarse un pelo, declaró ante los medios de comunicación que no pensaba devolver el dinero público que generosamente le va a entregar el gobierno en nombre todos los españoles. Y esto ocurre tan sólo un par de días después de una huelga general en la enseñanza organizada para protestar por los recortes previstos en el sector educativo español. La perplejidad de los ciudadanos es absoluta. ¿Cómo puede ser que nos diga el ministro de Educación que los recortes son inevitables, -por la mala situación económica que sufre el país-, y al mismo tiempo el gobierno al que pertenece entregue cheques en blanco a los mismos que han provocado esta crisis?. Pero la indignación no queda ahí. Lo que subleva el ánimo de los españoles es que no se quieran dar explicaciones ni depurar responsabilidades.
Giovanni Sartori, en el apéndice a su conocida obra “la sociedad multiétnica”, reflexiona sobre los conceptos de ética de la intención y ética de la responsabilidad. Ambos términos fueron acuñados por Max Weber, para quien, en la traducción de Sartori, la cuestión es “si el valor en sí del actuar ético-la intención-debe bastar a su justificación…O si se debe tomar por las consecuencias del actuar, del preverse como posibles o probables”. Llevado estos principios al campo de la política, resulta evidente, tal y como expone Sartori, que los ciudadanos “estamos sometidos a decisiones tomadas por los que están en las alturas para ellos”. Por tanto, “no soy yo quien decide por mí, sino otros (unos pocos otros) los que deciden sobre mí. Y en ese caso es verdaderamente crucial que los políticos actúen responsablemente teniendo en cuenta los efectos de sus actos. Pero esta situación se da sólo en el contexto de una ética de las consecuencias y no se da en el contexto de una ética de las intenciones. A la luz de la ética de los principios el político que produce desastres se queda tan tranquilo. Su defensa es: mis principios y mis intenciones eran buenos, y yo respondo sólo de su pureza. ¿Demasiado cómodo?. Sí. Pero es peor que eso. Es que la ética de las intenciones aquí demuestra ser una ética de la irresponsabilidad”.
No es causal que los dos filósofos que más han reflexionado sobre la ética de la responsabilidad, Max Weber y Hans Jonas, fueran alemanes. En este país los políticos están acostumbrados a asumir las consecuencias de sus actos. En Alemania resulta intolerable que quien comete una falta contra la moral, por nimia que sea, pueda proseguir ejerciendo un cargo público. Por el contrario, en España los políticos imputados por corrupción son generalmente amparados por sus respectivos partidos alegando su presunción de inocencia. Aquí nadie asume responsabilidades por las decisiones políticas que adopta contra el sentido común y las leyes. La incompetencia y la falta de escrúpulos morales son premiados con ascensos en la estructura jerárquica del partido o de la administración.
En el caso de Bankia y otras entidades financieras las responsabilidades recaen sobre todo el cuerpo político y sindical de nuestro país. Los principales partidos políticos de España (PP, PSOE, IU, CIU, PNV, etc..) y las centrales sindicales más influyentes (UGT y CC.OO) han tenido representantes en los consejos de administración de las cajas intervenidas. Todos, sin excepción, han aprobado las cuentas anuales que ahora se han demostrado fraudulentas. Y todos se han llevado sus buenas dietas por asistencia a los consejos de administración (200.000 € anuales por barba en Bankia). Ellos también han sido los responsables de los créditos que han otorgado las cajas de ahorro a las administraciones para financiar los más disparatados proyectos, desde grandes complejos lúdicos (Terra Mítica, Isla Mágica, etc..) hasta aeropuertos sin aviones. Vemos, pues, que estamos a una verdadero proceso de desmoralización que afecta a los principales estamentos de la sociedad española. El añorado José Manuel Vidal Beneyto expuso con claridad este problema en su obra póstuma, titulada precisamente “la corrupción de la democracia”. Su denuncia de la putrefacción del sistema no se queda en el estricto ámbito individual, sino que comprende “las conspiraciones colectivas, en las que las principales fuerzas políticas de un país, en plena armonía mafiosa, se ponen de acuerdo para timar a los ciudadanos”. Como ejemplo pone el caso de los hermanos Sananés, en Francia, gracias al cual se descubrió que un grupo de empresas repartía el 2 % del volumen de los contratos de obras adjudicados por el estado entre las principales fuerzas políticas del país. Con ello conseguían el silencio y la connivencia de la clase política francesa, y estos a su vez una vía de financiación de sus partidos.
España, tal y como denunció Vidal Beneyto, no está al margen de este “pacto nacional de los corrompidos y el silencioso transvase del dinero público a las fortunas privadas”. El supuesto milagro económico español, iniciado a mediados de los años noventa de la mano del boom inmobiliario, no hubiera sido posible sin la connivencia de políticos, banqueros, constructores y promotores. Cada cual tenía asignado un papel en esta obra teatral que ha derivado en un autentico drama económico, social y ecológico. Los políticos han sido los encargados de facilitar el negocio mediante la liberalización del suelo, las recalificaciones urbanísticas, la aprobación de los grandes planes de inversión pública y el papeleo burocrático. Por su parte, los banqueros ponían la pasta para financiar las obras y facilitaban los créditos hipotecarios a los ingenuos ciudadanos. Y por último, los promotores y las empresas de construcción, que se lo llevaban calentito y repartían bajo cuerda parte de los beneficios con los políticos para engrosar sus cuentas privadas y la de los partidos políticos.
La pieza teatral que comenzó como una comedía que nos hacía reír a todos de alegría, dio un vuelco en el segundo acto, iniciado en el año 2008, hacia una tragicomedia cuando estalló la burbuja inmobiliaria, y finalmente en un drama cuyas últimas escenas estamos visionando estos días. La verdadera faz de los personajes se está desvelando e intentan esconderse tras un biombo para impedir que los ciudadanos contemplemos su putrefacto rostro. Nadie quiere dar la cara y se recuerdan unos a otros, en público o en privado, que todos han tenido un papel en la obra. El espectáculo es bochornoso. El PP no quiere oír hablar de comisión de investigación, el PSOE la pide con la boca pequeña y el Ministerio de Economía le ha recordado, desde el atril del congreso de los diputados, al benemérito diputado Alberto Garzón (IU) que su partido también ha gozado de representación en el consejo de administración de Bankia, con lo que el gobierno pasa a considerarlos cómplices de lo sucedido en esta entidad bancaria.
Desvelada la trama, alguien tenía que servir de chivo expiatorio y este papel le ha correspondido al gobernador del Banco de España. Total, le quedaba apenas un mes para abandonar el escenario. Eso sí, antes de irse ha sido obligado a firmar un pacto de silencio por “responsabilidad”, dadas las actuales circunstancias. Un silencio que se ha extendido a los medios de comunicación españoles. ¿Qué están haciendo los medios de este país para desvelar la trama que se oculta tras la quiebra de Bankia?. Algunas voces dentro de la profesión periodística están empezando a hacer autocrítica sobre su escasa profundización en las claves del caso Bankia. ¿Cómo puede ser que ningún medio recoja un análisis profundo y riguroso sobre las causas del boquete contable descubierto en la cuarta entidad financiera de España? ¿Será por aquello de quien paga manda?
En la última escena, a la que estamos asistiendo boquiabiertos e impasibles, van a subir al escenario los hombres de negro, ataviados con los uniformes del FMI, el Banco Central Europeo y la Unión Europea , para anunciar que este último acto se ha acabado y que a partir de ahora ellos serán los encargados del escribir el guión. Pero esto es ya otra historia que merece un título distinto y una reasignación de personajes. En este nuevo capítulo queda por decidir a los ciudadanos si quieren jugar un papel secundario y pasivo, o si bien desean tomar el control de la situación construyendo desde la base una verdadera democracia en nuestro país. Para ello tenemos que trasladar el escenario de los parlamentos, ayuntamientos y despachos de las grandes empresas a las plazas de nuestras ciudades, impulsando el desarrollo del movimiento 15M.
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