Los integrantes del 15M ceutí mantuvimos
un interesante y amplio diálogo sobre la educación en Ceuta. Se trataba, entre
cosas, de discutir sobre nuestro apoyo a la convocatoria de huelga en el sector
educativo que va a celebrarse el próximo martes, 22 de mayo. Las razones de
este paro en la enseñanza fueron expuestas por algunos entusiastas y
comprometidos miembros de la comunidad educativa de Ceuta que han decidido
sumarse al movimiento 15M. Según expusieron, los recortes en gastos de personal
y la supresión de programas experimentales, junto con las reformas educativas
anunciadas por el gobierno, van a tener una incidencia muy negativa en la maltrecha
educación ceutí. Como se ha dado a conocer hoy mismo, Ceuta vuelve a encabezar
el listado de los territorios con mayores índices de fracaso escolar y abandono
prematuro de los estudios obligatorios. Ante este penoso panorama no parece
lógico ni sensato reducir los medios materiales y humanos para reconducir unos
resultados educativos que, de no corregirse, anuncian un futuro no demasiado halagüeño
para nuestra ciudad. Dicho esto, alguno de los presentes en el debate quiso
ampliar el marco de discusión planteando una crítica al sistema educativo vigente
en España. Se trataba de dilucidar si el actual modelo de educación fomenta la
democracia o, por el contrario, sirve para perpetuar un sistema socioeconómico
injusto, insostenible y deshumanizado.
Para
los más críticos entre los intervinientes en el debate sobre la educación en
Ceuta, la enseñanza tal y como se practica en nuestro país, y en general en la mayor parte de los países de
nuestro entorno, es en realidad un instrumento perfecto de absolutismo
político, cuya aceptación general, según expuso Lewis Mumford, es “fatal para
el ejercicio de un juicio independiente, el disenso crítico o el pensamiento
creativo”. Lamentablemente, nuestras aulas, en vez de formar a ciudadanos
plenos, conscientes de sus responsabilidades cívicas y críticos con la realidad
que les ha tocado vivir, matan cualquier tipo de iniciativa personal y contribuyen
a la formación de hombres y mujeres atávicos, individualistas, conformistas,
consumistas y acríticos. Justo el tipo de ser humano que interesa para el
mantenimiento del vigente modelo económico que nos ha llevado a la actual
crisis sistémica.
El
movimiento 15M es plenamente consciente de que la democracia política no será posible
si no va acompañada de una democracia económica y educativa. Si la democracia
pudo surgir en Grecia hace 2.500 años fue porque supieron unir la cultura
espiritual y la moral. Según Werner Jaeger, uno de los más reputados
conocedores de la educación o paideia griega, “las cosas humanas a que dirigía
su atención culminaban siempre, para los griegos, en el bien del conjunto
social, del que dependía la vida del individuo”. Para Sócrates, el verdadero
educador tiene que ejercer como un médico de almas para quien el saber es el “alimento
del espíritu” y que se preocupa ante todo de conocer qué será provechoso para
éste y qué será perjudicial. Por tanto, se trata de una educación que antepone
la sabiduría al conocimiento y lo práctico o utilitario al fomento de las virtudes
cardinales del ser humano: piedad, justicia, valentía y moderación.
Esta
visión de la educación que representa la enseñanza de Sócrates se vio, ya por
aquel entonces, enfrentada a la escuela de los Sofistas. Este tipo de educación,
que se ha convertido en la habitual de todos los tiempos y lugares, embute en
el espíritu humano, al buen tuntún, toda clase de conocimientos. Tal y como
comenta Werner Jaeger, “el movimiento sofista había surgido de la necesidad de
dar una cultura superior a la alta capa gobernante y de la elevada valoración
de los méritos de la inteligencia humana. La finalidad práctica de los
sofistas, la formación de hombres de estado y dirigentes de la vida pública,
había favorecido esta nueva orientación en una época como aquélla, preocupada
fundamentalmente por el éxito”. Ni que decir tiene que la tendencia marcada por
el sofismo es la que se impuesto en la
cultura occidental, siendo desde su dominio un freno insalvable para el
pleno desarrollo de la democracia.
La
democracia presupone un alto nivel de cultura y sabiduría moral. Esto sugiere la idea de hacer de la educación
el punto de Arquímedes en el que es necesario apoyarse para mover el mundo
político. Este aspecto ha sido recientemente analizado, de manera brillante,
por Antoni Brey, Daniel Innerarity y Gonçal Mayos, en el libro que lleva por
título “la sociedad de la ignorancia y otros ensayos”. Nosotros en lo que quisiéramos
incidir es en la vertiente ética de la educación, lo que nos lleva a reclamar
un nuevo modelo educativo que se preocupe de formar a ciudadanos sabios y responsables
de sí mismo y del bien de la sociedad en su conjunto. Para hacerlo posible
necesitamos un educador comprometido que, siguiendo la doctrina socrática, se
dedique a persuadir “a los jóvenes y sus viejos de que no se preocupen tanto ni
en primer término por su cuerpo y por su fortuna como por la perfección del
alma” (extraído Apología de Platón).
Somos
plenamente conscientes de que una escuela como la descrita con anterioridad no
entra en los planes ni de la izquierda, ni de la derecha ni del centro político
de nuestro país. Está situada en un plano que se ha empezado a explorar en
algunos sectores de la pedagogía en España, de la mano de uno de nuestros más
célebres filósofos: Emilio Lledó. Parte de sus planteamientos en materia
educativa están recogidos en su obra “ser quien eres. Ensayos para una educación
democrática” (2009), un auténtico alegato a favor de la revitalización de la Paideía
y el diálogo, además de constituir una sugestiva reivindicación de la memoria.
En este libro podrán encontrar la descripción de los principios que pueden
conducir a una educación democrática basada en la promoción de la inteligencia
y en el aliento de la libertad. Un ideal que comparte el movimiento 15M, o al
menos, quienes constituimos el colectivo de los “indignados” ceutíes.
Para
concluir, y respecto a nuestro apoyo a la huelga del próximo martes, tenemos
que manifestar que nuestra visión de la educación, -como ha quedado patente a
lo largo de este escrito-, está bastante alejada del modelo imperante en
nuestro país. Con esta escuela y con esta universidad va a ser difícil
construir una sociedad verdaderamente democrática. Por ello exigimos un cambio
radical en el paradigma educativo y la
ciudadanía tiene que ser el motor que impulse esta revolución en el sector de
la educación. No obstante, sería contraproducente caer en una especie de
adanismo irresponsable que desecha todo lo anterior simplemente porque no se
ajusta a nuestra visión de la educación. Ninguna persona o colectivo con cierto
grado de sensatez tiraría abajo todo lo construido y desecharía los medios humanos
y materiales disponibles. Lo inteligente es emprender acciones inmediatas con
los agentes a nuestro alcance, tomando posición de las estructuras existentes y
utilizándolas para los nuevos propósitos educativos. Es por este motivo por lo que nos oponemos al
desmantelamiento de la educación pública. Aunque no nos guste el funcionamiento
del edificio educativo, su estructura es indispensable para la construcción de
la educación democrática a la que aspira el movimiento 15M.
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