Indeseables voces se han hecho oír últimamente con respecto al movimiento 15M, comenzando por la del escritor Pío Moa, ex terrorista reconvertido en neofranquista, quien declaró hace unas semanas que el Gobierno debía intervenir en la acampada de Sol, aunque “ello conlleve muertos”. El estomagante Sánchez- Dragó fue más comedido y no dudó, con su habitual falta de respeto hacia todo aquel que no comparte su visión del mundo, en calificar a Stéphane Hessel, autor del famoso “Indignaos”, de “memo”, y en comparar a su libro con el “Mein Kampf” de Adolf Hitler… casi nada. Creo sinceramente que el polémico periodista, que hace poco presumió de haber mantenido relaciones sexuales con “zorritas de 13 años”, debería recluirse en su casa, fumar mucha maría (él ha admitido que lo hace) hasta quedarse dormido y dejar de dañar la sensibilidad de todo ser con un mínimo de decencia cada vez que abre la boca. Nos haría un favor a casi todos. Luego está Alfonso Rojo, colaborador del ultraderechista canal “Intereconomía”, director del periódico digital “Libertad digital” y habitual contertulio de debates de “Telecinco” en los que lo único que realmente importa es quien grita más, quien consigue más aplausos y quien pierde dignidad a mayor velocidad. Lo que se le ocurrió a este honorable señor fue la expresión “chavales del porrillo” para catalogar a todas las personas que llevan un mes en la calle pidiendo una sociedad más justa.“Violentos”, “antisistemas”, “perroflautas”, “sucios” o “niñatos” son solo algunos de los adjetivos que estos tres personajes y muchos más profesionales de la información como ellos han usado para describir a estas personas tan indeseables, cuyo pecado de muerte no ha sido otro que el de salir a la calle a expresar su opinión de forma pacífica. Sí, he dicho pacífica. Que se enteren todos aquellos amantes de las etiquetas de que el movimiento 15M es un movimiento, ante todo, pacífico, y que todo aquel que se salga de este principio básico no es más que el equivalente a ese hincha radical que va a un partido de fútbol a armar bronca. ¿Acaso merecen todos los aficionados de su equipo ser tachados de agresivos por culpa de un descerebrado? Ya está bien de tanta tontería, por favor. Es un espectáculo dantesco este al que estamos asistiendo. No veo más que debates estúpidos, llenos de demagogia, vacíos y morbosos sobre la actitud de los manifestantes, olvidando las barbaridades que se dicen contra ellos e ignorando, por supuesto, el fondo de todo esto: aquello por lo que se protesta. También se le ofrece, con esta manipulación, la excusa perfecta de no hacer nada al “progre” de turno que disfraza su pereza y su hipocresía de postura política desengañada y cínica, cual moderno Rick Blaine de “Casablanca”. Y es que lo que hace un mes era la hostia (cuando Sol estaba lleno), ahora ya no lo es, ya no se sabe por lo que se protesta y se está atentando en demasía contra la dignidad de los honorables e indefensos políticos. Me parece indignante que ahora los indignados sean los malos y que se olvide la nobleza que ha impulsado este movimiento y que aún sigue reinando sobre él. Parece que nadie se acuerda ahora del motivo de todo esto: los recortes de derechos a los que nos estamos viendo todos sometidos, el poder de los mercados sobre la democracia y la degeneración de la política. Parece que los únicos que no lo olvidan y hacen algo por recordarlo son ellos, los malos, los sucios, los violentos. Violentos extraños, ya que rechazan la violencia, algo de lo que no puede presumir el señor Moa.
Julio Basurco Díaz.
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